noviembre 15, 2024

Venezuela: Guaidó a una mesa que ya está servida

Mientras grupos irregulares que llegan desde Colombia siguen asediando la frontera venezolana y certificando el uso de la fuerza mediante la tercerización, la alegada disposición de Juan Guaidó a sostener un diálogo con el Gobierno de Nicolás Maduro muestra matices de cambio en las posturas de sus mentores en Washington… al menos, en esa cara «diplomática» de la agresión.

Cierto que, contante y sonante, hay poco nuevo bajo el sol. Sin reales propuestas, el desacreditado «presidente interino» ya ha antepuesto que busca adelantar las presidenciales, reditando la postura injerencista dictada por EE. UU., que sigue desconociendo los comicios en los que Maduro fue reelecto, en 2018.

Sin embargo, la aceptación de que los condicionamientos deberá «lucharlos» en una mesa de diálogo y negociación, constituye evidencia de derrota para quien ha sido títere de los que querían el derrocamiento del ejecutivo bolivariano, y hasta contemplaron la agresión armada como vía, pasando por el magnicidio y el secuestro. La apuesta que Guaidó representa nunca descartó la violencia.

Su manifiesto interés, ahora, por el diálogo que ha sido siempre la propuesta de Caracas constituye también, por eso, una victoria de los bolivarianos, que son quienes pusieron el tablero. De Gobierno desconocido por los sectores golpistas, el ejecutivo de Maduro pasa a ser reconocido ahora por ellos como lo que es: interlocutor válido, en tanto legítimo.

Ya ese constituye un giro cualitativo que matiza la situación y, claro, no se le «ha ocurrido» a quien empecinadamente sigue siendo etiquetado por Washington, pese a todo, como «presidente interino»… sin mando.

Similares aseveraciones a las suyas fueron expuestas en días recientes por James Story, quien, en otra postura de eufemismos, es presentado como «embajador» estadounidense en Venezuela, aunque tiene asiento en Colombia, pues ya sabemos que el Gobierno venezolano rompió relaciones con EE. UU.

Las declaraciones del funcionario también tuvieron colores distintos a las de los personeros yanquis que le precedieron, y quizá puedan ser tomadas como signo de lo que será la ejecutoria de la administración de Joe Biden para Venezuela. 

Interrogado por una periodista, Story dijo que las sanciones —en alusión a las medidas punitivas de su país que asfixian al pueblo venezolano— «no tienen que ser para siempre».

«Siempre hay una manera del levantamiento, siempre que haya una ruta para elecciones libres, justas y verificables (…)», agregó el estadounidense, entre otra sarta de condicionamientos con los cuales el representante de la Casa Blanca blandía la zanahoria en una mano… aunque conservando el garrote en la otra.

No hay que pensar en giros radicales. Funcionarios de la actual administración aseveran insistentes que «hay tiempo» para pensar en deshacer las medidas de castigo.

Más de 40 000 millones de dólares en pérdidas había sufrido la economía de Venezuela por el asedio estadounidense hasta inicios del año pasado, según las aseveraciones de Maduro, en lo que constituye un saqueo instrumentado mediante la incautación de activos en el exterior, y otras sanciones que tienen asiento en el decreto firmado por otro presidente demócrata.

No olvidar que fue Barack Obama quien declaró a Venezuela una amenaza a la seguridad nacional para Estados Unidos en  2015, condición sobre la cual se erigen las medidas punitivas responsables de la crisis que se abate sobre el pueblo venezolano, y que se manipula para presentar a ese país como un «Estado fallido».

Las medidas estadounidenses seguirán presionando.

Ya hay, sin embargo, saldos a favor en los nuevos aires que se respiran en torno a Venezuela, e independientemente del desenlace que pueda tener la anunciada disposición al diálogo de quien, con todas sus falencias, representa a la oposición derechista dura.

El primero sería, precisamente, la relativa válvula de escape a las tensiones que significaría que el títere discuta en una mesa, y no mediante inaceptables medidas de fuerza.

Ello debe significar, además, que se desinflen las «razones» puestas en el tablero internacional para que los aliados de Estados Unidos —o sus acólitos— dentro y fuera de la región, también las esgrimieran y aislar a Caracas.

Pero para entender por qué Juan Guaidó llega al diálogo hay que tomar en cuenta, además del fracaso de la estrategia usada hasta hoy, la presencia en la vida política venezolana de esa otra parte de la oposición derechista que hace rato dialoga, y por eso se le identifica como democrática. Esas facciones participaron en las elecciones legislativas y ganaron curules, incluso, en la nueva Asamblea Nacional. Hoy tienen voz y voto.

Con similar disposición esos sectores se aprestan a participar en las elecciones regionales y municipales que han sido convocadas ya para noviembre, lo que profundizará el cisma opositor y seguirá relegando y dejando como una figura decorativa y sin sentido a Juan Guaidó, y descolocados a sus seguidores.

Cada vez más parece estar calando entre los atomizados dirigentes de la derecha que apostaron al no reconocimiento de las legislativas y llamaron a la abstención, la comprensión acerca de la inoperancia de tales posiciones.

La estrategia del denominado G4 (conformado por los partidos derechistas Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo) de no participar, ha terminado dejándolos fuera.

Hoy, la disposición de sectores de Voluntad Popular de ir a las regionales, ratificada incluso por otro cabecilla de esa ala dura como Leopoldo López, sigue poniendo en aislamiento a los recalcitrantes que no aceptaban reconocer la institucionalidad venezolana.

También sectores de la derechista Alianza Democrática (AD) han recogido cordel y se aprestan a llevar candidaturas al torneo comicial de noviembre, mientras un excandidato presidencial, Henrique Capriles Radonski, quien hace rato se esfuerza por volver a hacer oposición en buena lid, sigue robando adeptos a sus contrincantes del atomizado abanico opositor.

En ese contexto, la reciente renovación del Consejo Nacional Electoral (CNE), como corresponde, por la nueva Asamblea Nacional —que sacó a la institución del desacato— ha sido tomada por sectores opositores como «garantía» de cara a los próximos encuentros con las urnas.

Según han revelado analistas como los de Misión Verdad, hay partidos derechistas que llevan tiempo dialogando de forma discreta con las autoridades para desbrozar su regreso a la arena política.

También Juan Guaidó y sus seguidores podrían hacerlo. La mesa está servida.