diciembre 18, 2024

“Encontramos un bebé en el metro de Nueva York y ahora es nuestro hijo”

Cuando Danny se encontró aquel niño en el metro de Nueva York, no imaginó que cambiaría su vida para siempre

Danny Stewart se apresuraba a reunirse con su novio para cenar cuando pasó corriendo junto a algo que yacía en el suelo de una estación del metro de Nueva York. Pronto lo atesoraría más que cualquier otra cosa en el mundo.

Eran cerca de las 8 de la mañana del 28 de agosto del año 2000, justo después del frenesí de la hora punta, cuando un tren subterráneo traqueteaba por la vía hasta la estación de la Calle 14, en el distrito de Chelsea de Manhattan.

Danny Stewart, de 34 años, llegaba tarde a cenar con su novio, Pete Mercurio, de 32.

La pareja se había conocido tres años antes a través de un amigo del equipo de softbol de Pete. Danny se mudó con Pete y su compañero de piso, pero esa noche de verano había vuelto a su apartamento subarrendado en Harlem para recoger el correo.

Mientras Danny se apresuraba a salir de la estación, algo llamó su atención. “Me percaté de que en el suelo había algo pegado a la pared que pensé que era un muñeco”, dice.

Estaba perplejo: ¿por qué un niño dejaría un muñeco en el suelo? Pero continuó subiendo las escaleras hasta la salida. “Miré hacia atrás una vez más, y fue entonces cuando vi que sus piernas se movían”. Bajó corriendo las escaleras y se dio cuenta de que el muñeco era en realidad un bebé envuelto en un suéter oscuro, con sus diminutas piernecitas sobresaliendo.

“No tenía ropa, solo estaba envuelto en aquel suéter. Su cordón umbilical todavía estaba parcialmente intacto, así que podía adivinar que era un recién nacido. Pensé que tal vez tenía un día o dos”, recuerda Danny.

“¡Encontré un bebé!”

Danny apenas podía creer lo que veía. No podía entender cómo habían dejado a un bebé en el suelo, ni quién pudo haberlo hecho.

El niño estaba muy callado y, sin embargo, también alerta, con ojos grandes y muy abiertos.

“Miró hacia arriba y le acaricié la cabeza, y luego lloriqueó un poco. Toda la situación parecía irreal. Traté de alertar a la gente sobre lo que estaba sucediendo, pero no logré llamar la atención de nadie”.

Danny gritó: “¡Por favor, llamen a la policía!”, pero casi todo el mundo lo ignoró. “Una mujer me prestó atención, pero no hablaba inglés así que no entendía lo que decía, aunque le estuviera señalando al bebé”, evoca Danny.

“Creo que probablemente pensó que yo estaba un poco trastornado”. Esto fue antes de que todos tuviéramos celular. Además, Danny tenía miedo de levantar al bebé del suelo por si lo lastimaba.

Así que subió corriendo las escaleras hacia la calle hasta encontrar un teléfono público y llamó al 911 (el número de emergencias). “¡Encontré un bebé!”, espetó. Luego le dijo a la policía dónde se encontraba y volvió corriendo para comprobar que el bebé aún estaba bien. Esperó durante lo que le parecieron siglos.

“Estoy seguro de que fueron solo unos minutos, pero el tiempo se detuvo y mi corazón se aceleró”, dice. “Me dije: probablemente piensen que esto es una broma y no me creerán, así que alguien más debería llamar. Fue entonces cuando pensé en Pete”. Sacando una moneda de 25 centavos de su bolsillo, corrió hacia el teléfono público para llamarle.

“Una vez más, dije: ‘¡Encontré un bebé! No creo que la policía me crea, así que por favor llama ahora mismo’”. Pete, quien llevaba un rato caminando de un lado a otro, mirando por la ventana de su apartamento esperando a Danny, cuenta que se le pusieron los pelos de punta. “Como Danny no bromea, no habría dicho nada si no fuera cierto”, dice.

Salió disparado del apartamento hacia la estación de metro y llegó cuando la policía se llevaba al bebé para que le hicieran un chequeo en el hospital. Después de que Danny diera su testimonio, los dos se fueron. “Recuerdo que me volví hacia Danny y le dije en la acera mientras se alejaba el auto de la policía: ‘¿Sabes? estarás conectado con ese bebé de cierta manera por el resto de tu vida’”, cuenta Pete.

“Danny respondió: ‘¿Qué quieres decir?’. Dije: ‘Bueno, algún día este niño se enterará de la noche en que lo encontraron, y es posible que quiera encontrar a la persona que lo descubrió. Tal vez exista una forma de averiguar dónde lo llevan y enviar un regalo de cumpleaños cada año en esta fecha’”.

Dos papás

Al día siguiente, la noticia del bebé hallado en el metro estaba en los titulares. “Danny Stewart fue el buen samaritano que encontró al bebé”, dijo un reportero, que lo entrevistó para el noticiero de televisión.

“El bebé es hispano con mechones de cabello castaño en la parte superior de la cabeza”, dijo otro. Danny quería saber cómo estaba el bebé, y fue al hospital donde lo habían llevado, pero no pudo obtener ninguna noticia. Así que Danny y Pete volvieron a su vida cotidiana: Danny a su papel de trabajador social y Pete al de dramaturgo y diseñador web.

Pero en poco tiempo, Danny recibió una invitación de la Administración de Servicios para Niños para asistir a una audiencia familiar en el tribunal y testificar cómo había encontrado al bebé. Cuando eso sucedió, en diciembre de 2000, la jueza le preguntó si podía quedarse durante toda la audiencia. Esperó a que la policía diera su testimonio y luego se dirigió a Danny nuevamente.

“Ella me dijo: ‘Señor Stewart, quiero informarle de lo que está sucediendo aquí. En los casos en que tenemos un bebé abandonado, tratamos de colocarlo en un hogar de acogida pre-adoptivo lo más rápido posible’”.

“En mi cabeza, pensaba: ‘Bueno, eso tiene sentido’”, explica Danny. “Y luego lo siguiente que salió de su boca fue: ‘¿Le interesaría adoptar a este bebé?’”. Danny miró a su alrededor, todos los ojos estaban puestos en él.

“Creo que todos nos quedamos con la boca abierta. Dije: ‘Sí, pero no creo que sea tan fácil’, y la jueza sonrió y dijo: ‘Bueno, es posible’”.

Aunque la pregunta de la jueza fue totalmente inesperada, amigos y conocidos ya habían preguntado por qué Danny y Pete no se habían llevado al bebé a casa para cuidar de él la noche en que lo encontraron. No era necesario ser un trabajador social, como lo era Danny, para darse cuenta de que no era así como funcionaban las cosas.

El proceso de adopción se demoró de seis a nueve meses e involucró verificaciones de antecedentes y capacitación para padres. “No había pensado en adoptar”, expone Danny, “pero al mismo tiempo, no podía dejar de pensar que me sentí conectado [al bebé], que sentí que esto ni siquiera era una oportunidad, era un regalo. ¡Y cómo iba a negar este regalo!”.

“Conversaciones tensas”

Fuera de la sala del tribunal, Danny telefoneó a Pete para contarle la noticia. “Mi reacción instintiva fue decirle: ‘No, no, no, no estás interesado. Vuelve ahora mismo a la sala del tribunal y diles que cometieron un error, simplemente diles que no’”, recuerda Pete.

Durante la semana siguiente tuvieron lo que Danny describe como “conversaciones tensas”. Pete las llama “discusiones acaloradas”. “No quería que mi vida cambiara. Estaba feliz así como estábamos y esto lo iba a cambiar todo”, dice Pete.

“No teníamos dinero, no teníamos espacio, teníamos un compañero de piso… También estaba un poco enojado con él, ‘¿Cómo pudo decir que sí sin consultarme primero?’”. La situación estuvo a punto de destrozar la pareja. “Danny dijo en un momento: ‘Voy a seguir adelante con esto, cuente contigo o no’”, dice Pete, “y yo solo dije: ‘¿Estás eligiendo un bebé por encima de nuestra relación?’”.

“Él dijo: ‘Me gustaría que todos fuéramos una familia, me gustaría que hiciéramos esto juntos. Pero si no estás listo, lo entiendo y lo haré contigo o sin ti’”. Pete recuerda haberle dicho algunas “cosas horribles” a Danny, como: “buena suerte siendo padre soltero en Nueva York”.

A pesar de ello, Pete admite que había una parte de él que deseaba desesperadamente que saliera bien. Así que Danny convenció a Pete de que lo acompañara y visitara al bebé en su hogar de acogida.

Cuando llegaron, dijeron que notaron muy rápidamente que no era un lugar ideal para él. Tenía un doloroso sarpullido, una erupción del pañal desde el ombligo, alrededor de las caderas y en los muslos hasta la espalda.

El asistente social que estaba con ellos se sentó con la madre adoptiva y empujó el carrito con el niño frente a Danny y Pete. El bebé los miró con los ojos muy abiertos. Danny notó que no parpadeaba y que estaba muy callado.

Sosteniendo al bebé en sus brazos por primera vez, Danny dijo gentilmente: “¿Te acuerdas de mí?”. Cuando a Pete le llegó el turno de sostener al bebé, lo invadió una “oleada instantánea de cariño”, expresa.

“El bebé me apretó el dedo con su mano con mucha fuerza”, dice Pete. “Me miraba y yo lo miraba a él, y fue casi como si encontrara un punto de presión en mi dedo que abrió mi corazón a mi cabeza y me mostró en ese momento que yo podía ser su papá”.

La dulce espera

Después de eso, el proceso de adopción comenzó rápidamente. Hubo visitas domiciliarias, verificación de antecedentes y muchas preguntas que responder.

A Danny y Pete se les dijo que tardarían meses en tener al bebé en casa, por lo que tendrían mucho tiempo para prepararse. Pero tuvieron que asistir a una audiencia judicial el 20 de diciembre para manifestar su intención de adoptar al bebé.

La misma jueza de la otra vez la presidía. Miró el calendario en su escritorio. “Nos miró de nuevo y dijo: ‘¿Qué les parece para las vacaciones?’. Creo que ambos asentimos con la cabeza, pero internamente yo pensaba: ‘¿Qué vacaciones? Espero que no se refiera a Navidad, porque es en un par de días’”, relata Pete.

Pero eso era justamente lo que quería decir, y comenzó a dar órdenes al asistente social y a los abogados para que tuvieran al bebé listo para que lo recogieran de la agencia en dos días.

De regreso a casa, Pete llamó a su familia para pedir ayuda. Ya les había hablado de sus planes sobre la adopción y obtuvo todo su apoyo. “Dije que lo llamaríamos Kevin, y mi madre empezó a llorar porque había tenido un bebé antes que yo que murió al nacer, y lo llamaron Kevin”, cuenta Pete.

“Así que fue una forma extraña de que Kevin volviera a ellos como nieto por parte de su hijo gay”. Con solo dos días para prepararse, todos tenían una prisa frenética. La familia de Pete fue a comprar todos los suministros que necesitaba la pareja.

Danny y Pete comenzaron a leer rápidamente libros para bebés. Su apartamento se convirtió en una guardería con cajas de pañales por todas partes y una cuna.

La llegada

El viernes 22 de diciembre a las 9 de la mañana, Danny y Pete recogieron a Kevin de la agencia. Lo acurrucaron en su manta y tomaron el metro de regreso a su apartamento. “Había comenzado a nevar”, dice Danny, “así que fue aún más mágico”.

Solos esa noche como familia tuvieron la oportunidad de asimilar todo lo que había sucedido. “Creo que respiramos tranquilos por primera vez”, apunta Danny. “Recuerdo que me maravillé en el momento en que vi que se había hecho realidad”.

Kevin yacía profundamente dormido sobre el pecho de Pete, babeando. El plan de la jueza había sido que Kevin lo visitara durante las vacaciones de Navidad y luego regresara a su hogar de acogida.

Pero Danny y Pete le preguntaron si podía quedarse con ellos, y el 27 de diciembre, el asistente social llamó con buenas noticias: Kevin podía quedarse mientras completaban el estudio del hogar y lo certificaban.

El Tribunal de Familia de Manhattan estaba ubicado cerca de la “Zona Cero”, donde tuvieron lugar los ataques del 11 de septiembre de 2001, por lo que el proceso de adopción se retrasó, pero finalmente se completó el 17 de diciembre de 2002.

Danny, Pete y Kevin pronto se asentaron en la vida familiar. Danny recuerda cómo Kevin amaba los libros. Todas las noches le leían cuentos para dormir o le cantaban canciones de cuna mientras le acariciaban la cabeza.

Pete hizo un libro de ilustraciones con la historia del descubrimiento de Kevin. Cuando Kevin tenía 3o 4 años, él y Danny se lo leían todas las noches antes de acostarse. “Era su favorito”, dice Pete.

“Algunas noches y días lo leíamos varias veces. A menudo veíamos a Kevin hojeando las páginas él solo y articulando las palabras que había memorizado. Ver aquello era lo más dulce del mundo”.

Kevin no hizo la conexión durante casi un año de que se trataba de su historia, dice Pete. Pero cuando lo hizo, se sintió tan orgulloso y emocionado que se llevó el libro para mostrarlo y contarlo en la escuela. Kevin también sentía curiosidad por saber quién podría ser su familia biológica.

“De vez en cuando, si estábamos afuera, miraba a la gente en la acera. O si estábamos en un restaurante, decía: ‘Esa mujer de allí tiene el mismo color de piel que yo’”, señala Pete. “Pero nunca se agobió por eso y simplemente se disipó. No lo volvió a mencionar mucho”.

Una familia

Cuando Kevin tenía 10 años, iba de camino a la escuela cuando “papá Pete” se volvió para preguntarle qué pensaba sobre una idea que él y “papá Danny” habían estado discutiendo la noche anterior.

Era 2011 y Nueva York se había convertido en el sexto estado de Estados Unidos en legalizar el matrimonio homosexual. Aunque Danny dice que él y Pete ya se sentían casados “por defecto”, eso lo haría oficial. Kevin estaba emocionado con la idea y se volvió hacia su papá para preguntarle: “¿No casan los jueces a la gente?”.

Pete envió un email al Tribunal de Familia de Manhattan para preguntar si la misma jueza, la jueza Cooper, oficiaría su matrimonio. En dos horas recibieron la respuesta: estaría encantada.

“Ella dijo que todos los bebés necesitan una conexión con alguien, y que cuando Danny testificó en la sala del tribunal sobre cómo encontró al bebé, vio que la conexión más fuerte en el mundo de ese pequeño era con Danny, así que ¿por qué no preguntarle?”, dice Pete. “Fue tan simple como eso. Tuvo el presentimiento de que sería la conexión correcta”.

Su corazonada había sido correcta, como pudo comprobar por sí misma cuando conoció a Kevin en la ceremonia matrimonial. Danny dice que se quedó abrumado por la emoción, la alegría y el asombro.

“Esta mujer, la razón por la que somos una familia, es, una vez más, la razón por la que nos vamos a casar. Fue como cerrar el círculo”, sostiene. Kevin tiene ahora 20 años y estudia matemáticas e informática en la universidad.

El pequeño bebé que Danny descubrió en la estación de metro ahora es más alto que sus papás. Le encanta jugar al frisbee, ha corrido numerosos maratones y bailado con el Instituto Nacional de Danza desde los 9 hasta los 14 años.

Pete dice que cuando Kevin quiere aprender algo, simplemente lo hace. Ha aprendido a tocar el piano y la guitarra de manera autodidacta. “Kevin siempre fue un niño respetuoso”, describe Pete.

“Es empático y amable. Se mantiene conectado con sus emociones. Es observador, no anhela ni busca atención. Es una persona reservada, pero también un líder silencioso”. También puede ser muy divertido, cuenta Pete.

A la familia le encanta visitar los parques nacionales juntos, participar en actividades al aire libre -como el kayak- y apoyar a su equipo de béisbol favorito, los Mets de Nueva York.

“No puedo imaginar mi vida si no hubiera sido así”, dice Danny, ahora de 55 años. “Mi vida se volvió mucho más plena. Cambió mi visión del mundo, mi perspectiva, mi forma de ver la vida”.

Así como era inconcebible hace 20 años pensar en ser papás, es aún más inconcebible, dice Pete, ahora con 52 años, pensar en no serlo. “No sabía que este nivel de amor profundo existía en el mundo hasta que mi hijo llegó a mi vida”.

Pete ha escrito un libro para niños sobre la historia de su familia titulado Our Subway Baby (“Nuestro bebé del metro”). Jueza Cooper es un pseudónimo que Pete usa en su libro. Ella prefiere no ser nombrada.

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